Tanto el invierno precedente como la primavera constituyeron un favorable acopio de agua de fondo. El perfil termopluviométrico era, no obstante, continental. El final de la primavera fue caluroso y el período de envero, en base a 20-20-20 (veinte días sin lluvia, veinte litros en envero y otros veinte días sin lluvia) como expresión de estrés hídrico, se cumplió en julio de un modo justo. Faltaba la lluvia a principio del mes de agosto, que no ocurrió, y sí fuertes calores. Estos no son incompatibles con la calidad, pero era precisa lluvia.
A partir de estos fuertes calores y la no concurrencia de lluvia se inició una carrera de maduración a diversas velocidades. Eficaz en viñedo viejo, suelos arcillosos y poda en vaso. Hasta deficiente en suelo suelto, viñedo joven y poda en espaldera. El cálculo combinatorio permitió todo de maduraciones dispersas hasta que, en torno al 18 de septiembre, nos encontrábamos con Tempranillo sobremaduro, pasificado, en sazón, retrasado, verde y muy verde.
A partir de este momento, las lluvias, que en vez de ser a principios de agosto lo fueron al final y no cesaron intermitentemente hasta finales del mes de octubre, comenzaron a afectar negativamente a la uva en torno al 20 de septiembre y de un modo progresivo, aunque lento.
El primer síntoma fue microbiano (18-IX) concurriendo pH muy alto con población muy fuerte de bacterias y de levaduras salvajes y en menor grado Botritys. Ello nos permitió vaticinar inicio veloz de fermentación y paradas, lo cual ocurrió así como génesis de mucho calor. La baya, que había alcanzado un tamaño moderado, pasa de 1,8 gr al inicio de agosto a 2,0 gr en torno al 10 de septiembre. Decae a 1,9 gr al 15 de septiembre y asciende por lluvia a 2,5 gr al inicio de octubre. El málico, que era de 3 gr/l a mediados de septiembre con pH de 3,8, pasa en la última semana a 2,2 gr/l y pH 3,5. El ascenso de polifenoles se detiene en torno al 20 de septiembre así como el índice de color, y esta parada es acusada en las bayas con más de 2,3 gr/Kg de potasio. El grado glucométrico se detiene durante 10 días.
Según todo esto, aparecen vinos muy diversos respondiendo muy bien como calidad la línea clásica de viñedo viejo, producción moderada, poda en vaso y suelo arcilloso, así como cierta altitud. Y se retrasa el proceso con todos los riesgos en viñedo joven, poda en espaldera, suelo suelto y zona de ribera.
La vinificación, tal y como se presagiaba, ha sido veloz, con paradas donde no se ha dispuesto de frío suficiente. La uva presentaba aspecto perfecto, pero su acidez volátil era de 0,05 gr/l cuando lo normal es menos de 0,02 gr/l. La vinificación ha evitado subida de volátil, pues las siembras han logrado balances finales muy adecuados. Los polifenoles no han comenzado a salir del hollejo hasta que los niveles de azúcar eran inferiores a 3 gr/l en el vino y cinco días después han vuelto a caer de valor. El valor pH, en concordancia con el flujo de antocianos y de taninos y como expresión de potasio, al final de la maceración sube acusadamente.
© Manuel Ruiz Hernández, diciembre de 2003