Albert Rivaud expresa que “el pensamiento de un país o de una época, aunque pueda considerarse como una obra colectiva, no se manifiesta con toda su fuerza sino en algunos privilegiados individuos”. Tal es el caso de Don Diego de Quintano para el vino de Rioja.
Estimamos que podría decirse, considerando ya pensamiento y praxis, que la ciencia y la técnica progresan sin parar, pero el progreso real sólo ocurre cuando alguien pone en práctica esos conocimientos afrontando el riesgo del cambio en los intereses establecidos.
Diego de Quintano y Quintano, natural de Labastida, aparece en los datos estudiados como cadete del Sexto Batallón de Reales Guardias de la Infantería Española en el sitio de la plaza de Gibraltar en 1782, donde es herido por los ingleses. Precisamente en la contienda que acabó con la vida de José de Cadalso. Nos encontramos en Quintano con un héroe del vino de Rioja de matiz romántico por la fecha y por el esfuerzo desmedido en una tarea de innovación.
Inutilizado para la vida militar por haber quedado dañado en una pierna se retira a su patria, Labastida. Un decreto de seis de febrero de 1783 le adjudica una pensión a cargo de la Encomienda de Bolaños de la Orden de Calatrava. Tal pensión anual es de mil doscientos maravedies.
En los años que siguen parece ser que la técnica del vino merece sus celos y en 1787 envía a su hermano Manuel, Dean de la catedral de Burgos, a Burdeos a estudiar su método de hacer el vino. Manuel redacta a su vuelta para su hermano Diego la técnica en su Receta pa hazer el Bino de Bordeus.
En 1790 ya explica las virtudes de su vino hecho al modelo de Burdeos. En síntesis, introdujo la barrica, el trasiego periódico, el azufrado y la vinificación sin raspón.
Navíos y bergantines establecen vinculación de sus vinos en América de Bilbao a Veracruz. En 1802 cuatro cajones de botellas y dos barricas.
El Navío San Antonio, el Belisario, el bergantín Ana María y el Primavera eran algunos de esta importante aventura.
La mercancía del bergantín Primavera fue enajenada en Veracruz para abonar el flete. También sufrió la incomprensión de un vino de nuevo estilo, pues a la llegada del Belisario hubo de indicar a sus clientes… “pero me admira que una plaza como ésa se crea que semejante vino tiene composición alguna perjudicial…”. Era esto en 1805.
En 1801 vuelve a utilizar los servicios de su hermano Manuel para pedir autorización real ante las ordenanzas municipales de entrega de vinos a suertes.
Pero no sufre tan sólo el calvario enológico, sino el político. En el año 1800 figuraba como Coronel, Gobernador y Juez Subdelegado de Rentas de Cantabria. Recibe en septiembre de 1808 comunicación del Conde de Cabarrús reclamándole juramento de fidelidad al Rey Josef Napoleón y a la Constitución de Bayona. Diego de Quintano se excusa y se le reclama de nuevo el dos de octubre tal juramento, en términos… “tenga U. la bondad de lo que ba a hazer, una renta pingüe como la que U. cobra merece mucha reflexion. U. jura y sin duda la conserva. U. no jura y la pierde, y que gana el estado en que U. no reconozca a José I.”
El veintiuno de noviembre de 1808 Cabarrús le cesa… “de sueldo y goces en calidad de retirado”… por no ser “razonable”.
Recibe en 1817 desde Ciudad Real sus atrasos desde 1813. Perdemos rastro en 1818.
Iniciativa, esfuerzo, movilización de entusiasmos, fé en su vino e independencia en un hombre invalidado como militar por los ingleses, bebiendo en el saber francés pero firme en sus convicciones más allá de los razonamientos económicos. Labastida, Haro y Vitoria con su hábitat de inválido.
Gracias a los archivos de su descendiente, mi amigo Galo Pobes, nos es posible publicar estos datos.
© Manuel Ruiz Hernández, 2002